“De dentro de la cantina”
Estaban todos
rodeados, Los 8 completos, la pandilla que escapó del cementerio. Ahora fueron
atrapados en aquel pueblo sin salida.
Diego les había
dicho que era su culpa, que los zombies venían a por ellos. Que solo ellos eran
los responsables.
Sin salida,
Diego ya se había resignado. Sus piernas ya no le daban más.
Vio cómo el
grupo de zombies que salía de la cantina atrapaba a todos sus compañeros, uno por uno. Le pareció ver a Alexander, Jeffrey y a
William luchaban contra ellos y recordó batallas en lugares desconocidos.
Porque en la otra
vida eran guerreros, y tenían poderes, y pertenecían a una organización mundial
que defendía al planeta del mal. No eran tan fáciles de engañar ni de atrapar. Pero
no era esa vida y allí ellos no eran nada, y el pesar acongojó profundamente su
corazón y se avergonzó de todo.
Le pareció ver
que Randolph descabezaba a un zombie con una pala, y que Christian se defendía de
dos o tres más con un palo. Pero él permanecía en el mismo lugar incapaz de moverse,
con la mente confundida y añorando otra cosa que no lograba identificar.
No le importaba
nada la lucha que tenían allí frente a sus narices, contra las criaturas que
salían sin parar de los alrededores. Parecía un espectador, ningún zombie lo
atacaba a él. Pero era el terror lo que lo paralizaba.
Un grito sonó
desgarrador y cortó la noche como un filoso cuchillo, y cada uno de los brazos
y piernas de Diego comenzaba a reaccionar.
Aquello era un
circo ridículo, absolutamente ridículo, pero eso no lograba aplacar el miedo.
Hasta que no lo
soportó más y cuando tres zombies deformes se enfilaban directo hacia él, Diego
gira sobre sus talones y fija la mirada derecho hacia el final de la carretera,
aquel final del pueblo que daba a la montaña oscura y desconocida. Su objetivo.
Era como
despertar de la pesadilla, tener la meta de escapar de ese pueblo, antes de que
lo alcanzaran las tres criaturas. Sus piernas revivieron y se sentía capaz de
correr como una vez lo hizo, y saltar con agilidad asombrosa, y escapar,
dejarlos a todos allí y escapar.
Esa palabra le
dio vida y fuerzas a todo su cuerpo, y así arrancó aunque no supiera hacia
dónde los llevaría el objetivo, nada más que una calle sin salida.
Apenas el
impulso hizo levantar la tierra a sus pies, la mano muerta le rozó el pelaje de
su cola e intentó sujetarlo, pero no pudo. La velocidad fue primero.
Y no pudo gritar
más.
Corrió como un
desesperado impulsado por la energía del miedo y aquellas manos tenebrosas que casi
lograban alcanzarlo, y cada vez que tropezaba se salvaba de caer gracias a otro
asombroso impulso. Y atropelló a varios cuerpos muertos que se atravesaban,
pero no importaba. Saltó como un resorte la cerca, y continuaba la carretera
hasta la negrura que se confundía con el cielo.
---*---*---*---
Azotado
salvajemente por cientos de ramas y arbustos, su ropa ochentosa estaba hecha
jirones, pero Diego no se detuvo. Los gruñidos tenebrosos eran como gasolina
inyectada a sus piernas, y al fin llegó hasta un punto en que ya no los
escuchaba más. Sin embargo no se confiaba y jamás se detuvo.
---*---*---*---
-Y ahora dónde
estaré-
Ya no tenía
sentido correr, igualmente caería y eso sería mucho peor. Finalmente se detuvo
a estudiar sus alrededores, y a la espera de divisar el primer zombie que
apareciera.
No podía creer
que no ocurriera tal cosa, y todos los gritos y los gruñidos habían
desaparecido, sin embargo lo que lo sustituía era peor.
Conocía e ese
paisaje, el sendero estaba en el mismo lugar y las tumbas permanecían intactas.
Diego había
terminado en el mismo cementerio de donde salieron.
-No puedo estar
aquí otra vez- quería llorar –No aquí-
Su camisa con el
número tres ya había desaparecido, los pantalones le colgaban rotos y sucios. Tenía
su cabello naranja y su cola totalmente cubiertos de tierra y lodo. Pero a
pesar del caos del que venía, ahora parecía estar tranquilo el mundo otra vez.
Pero no se lo creía, estaba esperando que sucediera lo que tuviera que suceder
y así que terminara todo. Ya no podía más.
Entonces caminó,
y se internó entre las tumbas como si fuera un zombie más. Cojeaba y estaba muy
cansado.
Sin ver por
dónde pisaba ya, se tropieza con una última cosa, algo que le cortaba todo
camino posible y que recién había salido de su tumba. Y Diego alza la cabeza:
-Hola Diego- le
dijo la figura sucia y oscura que acaba de cortarle su camino- ¿Me recuerdas?-
Diego abrió mucho los ojos y lo reconoce:
-Joe-
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