viernes, 14 de agosto de 2015

Capítulo VII

Y entonces, aquel lugar comenzó a cobrar vida.

Los 8 de Malú, perplejos, no se movieron por unos instantes, pero luego Johnny grita y todos voltean como resortes para ver que una mano salida de la tierra sostenía su aleta.

¡Era una mano! Y salía de la tierra.

De la sorpresa, Johnny salta y logra que le suelte la aleta lo que sea que la estaba sosteniendo. Entonces reaccionan, uno por uno, a medida que salían los cuerpos de sus tumbas. Los 8 saltan primero y luego empiezan a correr desordenadamente hasta que todos concuerdan en el sendero que los llevaría a la salida del cementerio.

La extraña camioneta los esperaba en el solitario pavimento de entrada que seguía zigzagueante hasta internarse en la colina; y al menos eso, porque ya Diego se imaginaba que no estaría allí. Así que sin pensarlo  se lanzan por encima del vehículo con la agilidad típica de un Fantasiano, uno, dos, tres, todos Los de Malú… excepto uno. Faltaba uno, y ya Gilberto se encontraba buscándolo con sus ojos hacia la entrada del cementerio que habían dejado atrás.

-¡Yahooooo!- un grito desentonaba totalmente con lo macabro de la situación, y ahora todos, además de Gilberto, voltean hacia la entrada del lugar: era Johnny quien venía gritando –¡Yahooo, todos a correr!- como si fuera una gran diversión, y más atrás de él 
Diego empezó a distinguir las figuras.

Varias figuras torpes, de diferentes tamaño, todas caminando lentamente, desde varios sectores, enfilándose hacia la puertezuela maltrecha y oxidada que indicaba la salida a la carretera sin luz.

-¡Yahoooo, amigos, miren lo que viene!!- Johnny llegó hasta ellos como un loco –¡Tenemos visitantes!- y reía. Gilberto, Christian, Diego, Alexander, William, Randolph y Jeffrey clavaron sus ojos en aquellos “visitantes” y se llenaron de espanto.

-Dios mío…- Randolph se puso pálido y el rostro de su amigo venado hizo creer a Diego que se iba a desmayar como siempre lo hacía. Pero curiosamente… no ocurrió.

-Son zombies, amigo- Johnny saltó al volante palmeándole la espalda al pobre Randolph, y como nadie reaccionaba todavía, tuvo que ocuparse del vehículo y arrancar lo más rápido posible.

El grupo de figuras deformes y lerdas ya cruzaba las puertas del cementerio y se enfilaban hacia la camioneta de Los 8 de Malú.

-¡Música maestro!!- cantó Johnny encendiendo el equipo se sonido a todo volumen y pisando el acelerador a fondo. Y el chirriar de los cauchos del vehículo levanta una humareda tal que los cuerpos que venían caminando se pierden de la visión en medio de una nube de polvo.

-¿Estás loco, Johnny???- Diego le grita, atontado por la actitud y las risas de su amigo ante semejante situación. Johnny siempre estuvo algo loco, pero es que ahora no podía entender eso.

La ballena le lanzó un guiño con esos ojos verdes que tenía y una enrome sonrisa dibujada en su boca.

Ahora iban Los 8 por la carretera oscura escuchando lo mejor del Italo Dance, huyendo de una multitud de zombies recién salida de la tierra.

Y solamente Diego parecía estar verdaderamente aterrado.

-¿Y ahora qué rayos los habrá sacado de sus tumbas?- oyó la voz de Christian, y el viento le agitaba las plumas de la cabeza. Hacía mucho frío pero ya no había nada de niebla. La noche estaba clara, y silenciosa.

-Y nosotros qué vamos a saber- gruñía William que estaba sentado justo al lado de Diego, en el asiento de atrás de la camioneta. Debían alzar un poco la voz, para traspasar la música de discoteca que retumbaba en el aire.

-¿ZOMBIES? ¿Están oyéndose? ¡Zombies!! Acabamos de ser atacados por zombies- finalmente Diego no calla más, y la música le molestaba, así que gritaba a todo pulmón
-¿Qué no es eso imposible? ¿Y por qué todos parecen tan familiarizados con esto??-
Johnny, que estaba al volante, Gilberto a su lado, Christian y Jeffrey voltean hacia atrás para mirar a Diego.

Y casi esperaba que le respondieran, pero entonces Randolph grita:

-¡CUIDADO!!-

Johnny reacciona, y delante de la camioneta se les aparecen un grupo de figuras oscuras paradas en medio de la carretera. Gira el volante para evitar atropellarlos.
Apenas pasaron al lado de las figuras y pudieron distinguir de que no eran personas normales, y además estaba ese olor. El horrible olor a muerte que Los 8 de Malú conocían muy bien aun y cuando no existían seres orgánicos en aquel cuadrante del universo.

Conscientes estaban del hecho de que estaban dejando atrás a otro grupo de muertos 
vivientes.

---*---*--*---

Aquella carretera no era el camino El Castillete, no era el Camino Empedrado del Este ni del Oeste ni del Norte ni del Sur. Diego jamás en su vida la había visto.

No había ni un faro de luz, pero pasaron al lado de una gasolinera apenas iluminada por un letrero de neón. Y Diego jamás había visto gasolineras como ésa en Fantasía, pero sí mucho en la películas Terrícolas, lo que era totalmente absurdo, para variar.

-Dig ¿Qué te pasa?- Alexander finalmente repara en él. Porque a pesar de la confusión que debía de aparentar, sus amigos no parecían percatarse de casi nada.

Entonces, decidió callar. El unicornio se recostó de su asiento, ignoró a Alexander y perdió la mirada en el cielo, más allá de aquellos árboles negros que flanqueaban su camino.


¿Ahora hacia dónde iban?

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