Y entonces,
aquel lugar comenzó a cobrar vida.
Los 8 de Malú,
perplejos, no se movieron por unos instantes, pero luego Johnny grita y todos
voltean como resortes para ver que una mano salida de la tierra sostenía su
aleta.
¡Era una mano! Y
salía de la tierra.
De la sorpresa,
Johnny salta y logra que le suelte la aleta lo que sea que la estaba
sosteniendo. Entonces reaccionan, uno por uno, a medida que salían los cuerpos
de sus tumbas. Los 8 saltan primero y luego empiezan a correr desordenadamente
hasta que todos concuerdan en el sendero que los llevaría a la salida del
cementerio.
La extraña camioneta
los esperaba en el solitario pavimento de entrada que seguía zigzagueante hasta
internarse en la colina; y al menos eso, porque ya Diego se imaginaba que no
estaría allí. Así que sin pensarlo se
lanzan por encima del vehículo con la agilidad típica de un Fantasiano, uno,
dos, tres, todos Los de Malú… excepto uno. Faltaba uno, y ya Gilberto se
encontraba buscándolo con sus ojos hacia la entrada del cementerio que habían
dejado atrás.
-¡Yahooooo!- un
grito desentonaba totalmente con lo macabro de la situación, y ahora todos,
además de Gilberto, voltean hacia la entrada del lugar: era Johnny quien venía
gritando –¡Yahooo, todos a correr!- como si fuera una gran diversión, y más
atrás de él
Diego empezó a distinguir las figuras.
Varias figuras
torpes, de diferentes tamaño, todas caminando lentamente, desde varios
sectores, enfilándose hacia la puertezuela maltrecha y oxidada que indicaba la
salida a la carretera sin luz.
-¡Yahoooo,
amigos, miren lo que viene!!- Johnny llegó hasta ellos como un loco –¡Tenemos
visitantes!- y reía. Gilberto, Christian, Diego, Alexander, William, Randolph y
Jeffrey clavaron sus ojos en aquellos “visitantes” y se llenaron de espanto.
-Dios mío…-
Randolph se puso pálido y el rostro de su amigo venado hizo creer a Diego que se
iba a desmayar como siempre lo hacía. Pero curiosamente… no ocurrió.
-Son zombies,
amigo- Johnny saltó al volante palmeándole la espalda al pobre Randolph, y como
nadie reaccionaba todavía, tuvo que ocuparse del vehículo y arrancar lo más
rápido posible.
El grupo de
figuras deformes y lerdas ya cruzaba las puertas del cementerio y se enfilaban
hacia la camioneta de Los 8 de Malú.
-¡Música
maestro!!- cantó Johnny encendiendo el equipo se sonido a todo volumen y
pisando el acelerador a fondo. Y el chirriar de los cauchos del vehículo
levanta una humareda tal que los cuerpos que venían caminando se pierden de la
visión en medio de una nube de polvo.
-¿Estás loco,
Johnny???- Diego le grita, atontado por la actitud y las risas de su amigo ante
semejante situación. Johnny siempre estuvo algo loco, pero es que ahora no
podía entender eso.
La ballena le
lanzó un guiño con esos ojos verdes que tenía y una enrome sonrisa dibujada en
su boca.
Ahora iban Los 8
por la carretera oscura escuchando lo mejor del Italo Dance, huyendo de una
multitud de zombies recién salida de la tierra.
Y solamente
Diego parecía estar verdaderamente aterrado.
-¿Y ahora qué
rayos los habrá sacado de sus tumbas?- oyó la voz de Christian, y el viento le
agitaba las plumas de la cabeza. Hacía mucho frío pero ya no había nada de
niebla. La noche estaba clara, y silenciosa.
-Y nosotros qué
vamos a saber- gruñía William que estaba sentado justo al lado de Diego, en el
asiento de atrás de la camioneta. Debían alzar un poco la voz, para traspasar
la música de discoteca que retumbaba en el aire.
-¿ZOMBIES?
¿Están oyéndose? ¡Zombies!! Acabamos de ser atacados por zombies- finalmente
Diego no calla más, y la música le molestaba, así que gritaba a todo pulmón
-¿Qué no es eso imposible? ¿Y por qué todos parecen tan familiarizados con
esto??-
Johnny, que
estaba al volante, Gilberto a su lado, Christian y Jeffrey voltean hacia atrás
para mirar a Diego.
Y casi esperaba
que le respondieran, pero entonces Randolph grita:
-¡CUIDADO!!-
Johnny reacciona,
y delante de la camioneta se les aparecen un grupo de figuras oscuras paradas
en medio de la carretera. Gira el volante para evitar atropellarlos.
Apenas pasaron al
lado de las figuras y pudieron distinguir de que no eran personas normales, y
además estaba ese olor. El horrible olor a muerte que Los 8 de Malú conocían
muy bien aun y cuando no existían seres orgánicos en aquel cuadrante del
universo.
Conscientes estaban
del hecho de que estaban dejando atrás a otro grupo de muertos
vivientes.
---*---*--*---
Aquella
carretera no era el camino El Castillete, no era el Camino Empedrado del Este
ni del Oeste ni del Norte ni del Sur. Diego jamás en su vida la había visto.
No había ni un
faro de luz, pero pasaron al lado de una gasolinera apenas iluminada por un
letrero de neón. Y Diego jamás había visto gasolineras como ésa en Fantasía,
pero sí mucho en la películas Terrícolas, lo que era totalmente absurdo, para
variar.
-Dig ¿Qué te
pasa?- Alexander finalmente repara en él. Porque a pesar de la confusión que
debía de aparentar, sus amigos no parecían percatarse de casi nada.
Entonces,
decidió callar. El unicornio se recostó de su asiento, ignoró a Alexander y
perdió la mirada en el cielo, más allá de aquellos árboles negros que flanqueaban
su camino.
¿Ahora hacia dónde
iban?
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