-¿Qué es
eso?-
Diego iba a decir algo ante esas enigmáticas e inquietantes palabras de Gilberto, pero algo lo alertó.
Gilberto giró sobre sí mismo con indiferencia, hacia el sendero que habían cruzado recién, pero no veía nada más que una intensa neblina.
Diego pensó que ya debía estar alucinando y sacudió la melena. Decidió olvidarse de lo que había escuchado cuando Gilberto mismo lo oye también:
-Creo que no estamos solos- sentenció con una frialdad aterradora.
El unicornio paseó la mirada por todo el lugar esperando encontrar a los demás por allí cerca, pero no había nadie más allí.
-Gil, los demás siguen allá donde está la lápida de Joe... Aquí no hay nadie-
El pez gruñó frunciendo el entrecejo, y dando unos pasos se acerca al mausoleo que se levantaba al lado izquierdo entre las sombras. Acerca su sien a la pared mohosa y escucha...
Expectante, su amigo espera que éste le diga que habían imaginado todo, que en realidad no había ningún ruido allí, pero desgraciadamente Gilberto escucha y de un salto se retira de la pared, quedándose bamboleante en medio del sendero:
-Hay alguien allí dentro, lo escuché otra vez-
-¿Queee?- refunfuñó Diego -No puede ser un "alguien" sino un algo, tal vez una piedra que se desprendió o algo así- trataba de explicar lo inexplicable. Nada había que pudiera sonar adentro de un mausoleo abandonado -Y además ¿Quién rayos está enterrado en un cementerio en Fantasía? Gilberto, ¡Los Fantasianos no podemos morir!!- exasperado por el miedo grita la realidad que él conoce -¡Esto todo es una maldita locura pero nadie lo ve!-
Pero era como hablarle en Chino a Gilberto, hablaba y hablaba y era que no lograba que ellos lo entendieran.
-Gilberto... no te conozco. No los conozco, a ninguno de ustedes- musitó con un dejo de tristeza y, ante la mirada ida de su amigo, añade- Y crecimos juntos, los ocho-
Definitivamente era como hablarle en Chino, o en algún otro idioma extranjero.
-Diego, estás muy mal, viejo- y otra vez aquellos ojos lo observan con lástima.
Otro golpe los saca a los dos de su discusión y un viento frío sopla del sur estremeciéndolos de espanto.
-Pero ahora tenemos otras cosas de qué preocuparnos- anunciaba el pez -No estamos solos, mi querido amigo Dig-
Ninguno de los dos quería moverse, porque ir hacia donde estaban los demás significaba pasar por entre los mausoleos. Ante esa vacilación Diego grita:
-Si no cruzamos ya algo saldrá de allí-
Los ruidos eran evidentes, un golpeteo seco provenía de detrás de la puerta de uno de estos sarcófagos de cemento.
Los dos Fantasianos toman aire y valor para cruzar el sendero de regreso, pasando junto a los mausoleos, y, cuando eso sucede, la imaginación ataca a Diego: apenas cruza frente a la estructura de cemento con sus grotescas gárgolas y demonios decorándola... siente una mano fría rozarle el hombro.
-¡DIOS!- pegó un salto el pobre.
-¿Qué pasa??- se alarmó su compañero. Diego empezó a correr frenético.
-HUYE, ALGO ME TOCÓ EL HOMBRO- gritó despavorido perdiéndose por entre las tumbas.
El pez gira sobre sí mismo buscando en la oscuridad, no había sino blanca neblina y tristes tumbas rodeándolo. Bufó y se deslizó en pos de su amigo.