miércoles, 28 de agosto de 2013

Capítulo V

Donde una vez estuvo el Instituto Nacional de Valle Verdad estaba ahora el antiguo cementerio, en medio de colinas secas y rodeado por un espeso bosque. De hecho reconocía el terreno nada más que por la ubicación de la montaña que era pico de la Cordillera Explaindora (esa codillera que existía en sus sueños) cuya enorme y negra silueta se dibujaba contra el cielo con el resplandor de la luna (o Arniel, como se llamaba la luna de Fantasía en sus sueños).
La camioneta traqueteó un largo trecho en tinieblas hasta que al fin se estacionó, y al apagar el motor el silencio fue total, demasiado anormal para estar en un mundo vivo. 
Pero eso de "mundo vivo" ya no le convencía a Diego en realidad.
Los 8 de Malú se bajaron y el último fue él. Si iban al cementerio a ver a un amigo se preguntaba entonces dónde estaban las flores o lo que fuera que llevaran como tributo a los muertos en esa realidad desconocida.

Se encogió de hombros, obviamente no había flores para su compañero de fechorías.

-Entonces, Joe y yo traficábamos con billetes falsos, dólares, para ser más precisos- iba diciendo el unicornio mientras pisaba los hierbajos y la tierra de las tristes y abandonadas tumbas. Randolph que iba delante de él lo miró extrañado -Vaya vaya- agregó ante esa mirada, disfrazando el hecho que pensaba "Y yo estoy aquí metido en una película de terror clase B".

Los 8 de Malú cruzaron cercas maltrechas, caminos cubiertos de maleza. Avanzaban buscando la tumba.

-¿Y se puede saber cómo murió nuestro amigo?- balbuceó con una mueca. Morir un Fantasiano, era la cosa más inverosímil, rezongaba.

-Diego, por favor- le reprochó William.

Nadie le contestó, era como si hubiera hecho la pregunta más estúpida del mundo en el momento más inoportuno. Se calló la boca, y esperó a que sus amigos ubicaran la tumba, porque decir que ni idea tenía de dónde estaba, era ya demasiado.

-Pobre Joe- el lamento de Gilberto en la lejanía le indicó a Diego que ya habían dado con el lugar. Todos se reunieron alrededor de una lápida de piedra llena de moho que apenas se veía entre los matojos.

Lo más curioso de todo era que dicha lápida no decía ningún nombre, pero todos sabían incluso Diego, que era la lápida de Joe.

Un viento frío sopló agitando la larga cabellera naranja del confundido unicornio. Sintió una pena desconcertante, de alguien que conocía a la persona fallecida, pero no podía recordarla.

El ambiente de todo el cementerio era tan triste...

Por primera vez Diego sintió un extraño vacío, algo que como Fantasiano no creía que pudiera ser capaz de sentir.

El vacío de la muerte.

-Es extraño- la voz de Christian interrumpió la noche -Pero siento que nosotros le seguiremos...-

Diego volteó como un resorte y le clavó los ojos a su amigo "Nosotros le seguiremos" esas palabras penetraron en su ser causándole un estremecimiento.

No le gustaba esa realidad ¡No le gustaba nada esa realidad!

-Vámonos- Diego se oyó decir -¡Vámonos!- no le gustó nada lo que dijo Christian. El periquito era vidente, tenía visiones del futuro, al menos así era el Christian que una vez conoció.

Entonces pensó que él mismo era también otra persona... No era la persona que era antes y lo peor de todo es que no recordaba qué persona era ahora.

Si no conocía a sus amigos, no conocía el lugar que lo rodeaba entonces tampoco se conocía a sí mismo.

¿Qué pasado tenía? Un pasado con el tal Joe y no recordaba nada de éste.
Parecía una maldita pesadilla.

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-Gilberto ¿Podemos hablar?-

De todos Los de Malú, Gilberto era el único que podía darle unas respuestas. Diego se le acercó cuando todos silentes contemplaban la triste lápida.

Gilberto era el Rey de Fantasía (en el mundo que Diego conocía), era sabio y el más maduro de todos Los de Malú. Bajo la guía del irisado pez, Los de Malú funcionaban como una sola y poderosa arma. Así que de él no podía esperarse una respuesta malintencionada.

De Gilberto nunca.

Ante su petición el pez le hizo un gesto y juntos caminaron hacia el sendero, flanqueando dos enormes mausoleos derruidos.

-No sé quién soy, Gilberto- fue lo que le dijo Diego una vez estuvieron a solas.
El pez lo miró con sus ojos azules y la aleta le caía sobre la frente a causa del viento que tenía éste que apartársela del rostro con la mano y Diego no podía descifrar lo que pensaba.

-Dig, Dig, Dig- canturreó al fin Gilberto -No sabes quién eres. Ninguno de nosotros sabe quién es-

-No, no entiendes. No es esa clase de confusión, Gil- Diego sacudió la cabeza, también el viento le echaba los cabellos sobre los ojos- No recuerdo mi pasado. No recuerdo nada anterior a esta noche...-

-Ohh, por eso dices que no sabes quién era Joe-

-Sí, por eso-

-Dios...- siseó Gilberto y una expresión de compasión cruzó por el iris azul de sus ojos.
Entonces Diego tuvo la horrible sensación de que Gilberto sentía una enorme pena por él:

-Amigo, tal vez sea mejor así- fue lo que le respondió.


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Nota: Esta historia es totalmente desconocida para mí, me voy abriendo camino a medida que la voy escribiendo :)
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http://1historiasf8.megustaescribir.com/2013/08/28/capitulo-v/

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