viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo VI

-¿Qué es eso?-

Diego iba a decir algo ante esas enigmáticas e inquietantes palabras de Gilberto, pero algo lo alertó.

Gilberto giró sobre sí mismo con indiferencia, hacia el sendero que habían cruzado recién, pero no veía nada más que una intensa neblina.

Diego pensó que ya debía estar alucinando y sacudió la melena. Decidió olvidarse de lo que había escuchado cuando Gilberto mismo lo oye también:

-Creo que no estamos solos- sentenció con una frialdad aterradora.

El unicornio paseó la mirada por todo el lugar esperando encontrar a los demás por allí cerca, pero no había nadie más allí.

-Gil, los demás siguen allá donde está la lápida de Joe... Aquí no hay nadie-

El pez gruñó frunciendo el entrecejo, y dando unos pasos se acerca al mausoleo que se levantaba al lado izquierdo entre las sombras. Acerca su sien a la pared mohosa y escucha...

Expectante, su amigo espera que éste le diga que habían imaginado todo, que en realidad no había ningún ruido allí, pero desgraciadamente Gilberto escucha y de un salto se retira de la pared, quedándose bamboleante en medio del sendero:

-Hay alguien allí dentro, lo escuché otra vez-

-¿Queee?- refunfuñó Diego -No puede ser un "alguien" sino un algo, tal vez una piedra que se desprendió o algo así- trataba de explicar lo inexplicable. Nada había que pudiera sonar adentro de un mausoleo abandonado -Y además ¿Quién rayos está enterrado en un cementerio en Fantasía? Gilberto, ¡Los Fantasianos no podemos morir!!- exasperado por el miedo grita la realidad que él conoce -¡Esto todo es una maldita locura pero nadie lo ve!-

Pero era como hablarle en Chino a Gilberto, hablaba y hablaba y era que no lograba que ellos lo entendieran.

-Gilberto... no te conozco. No los conozco, a ninguno de ustedes- musitó con un dejo de tristeza y, ante la mirada ida de su amigo, añade- Y crecimos juntos, los ocho-
Definitivamente era como hablarle en Chino, o en algún otro idioma extranjero.

-Diego, estás muy mal, viejo- y otra vez aquellos ojos lo observan con lástima.
Otro golpe los saca a los dos de su discusión y un viento frío sopla del sur estremeciéndolos de espanto.

-Pero ahora tenemos otras cosas de qué preocuparnos- anunciaba el pez -No estamos solos, mi querido amigo Dig-

Ninguno de los dos quería moverse, porque ir hacia donde estaban los demás significaba pasar por entre los mausoleos. Ante esa vacilación Diego grita:

-Si no cruzamos ya algo saldrá de allí-

Los ruidos eran evidentes, un golpeteo seco provenía de detrás de la puerta de uno de estos sarcófagos de cemento.

Los dos Fantasianos toman aire y valor para cruzar el sendero de regreso, pasando junto a los mausoleos, y, cuando eso sucede, la imaginación ataca a Diego: apenas cruza frente a la estructura de cemento con sus grotescas gárgolas y demonios decorándola... siente una mano fría rozarle el hombro.

-¡DIOS!- pegó un salto el pobre.

-¿Qué pasa??- se alarmó su compañero. Diego empezó a correr frenético.

-HUYE, ALGO ME TOCÓ EL HOMBRO- gritó despavorido perdiéndose por entre las tumbas.

El pez gira sobre sí mismo buscando en la oscuridad, no había sino blanca neblina y tristes tumbas rodeándolo. Bufó y se deslizó en pos de su amigo.




miércoles, 28 de agosto de 2013

Capítulo V

Donde una vez estuvo el Instituto Nacional de Valle Verdad estaba ahora el antiguo cementerio, en medio de colinas secas y rodeado por un espeso bosque. De hecho reconocía el terreno nada más que por la ubicación de la montaña que era pico de la Cordillera Explaindora (esa codillera que existía en sus sueños) cuya enorme y negra silueta se dibujaba contra el cielo con el resplandor de la luna (o Arniel, como se llamaba la luna de Fantasía en sus sueños).
La camioneta traqueteó un largo trecho en tinieblas hasta que al fin se estacionó, y al apagar el motor el silencio fue total, demasiado anormal para estar en un mundo vivo. 
Pero eso de "mundo vivo" ya no le convencía a Diego en realidad.
Los 8 de Malú se bajaron y el último fue él. Si iban al cementerio a ver a un amigo se preguntaba entonces dónde estaban las flores o lo que fuera que llevaran como tributo a los muertos en esa realidad desconocida.

Se encogió de hombros, obviamente no había flores para su compañero de fechorías.

-Entonces, Joe y yo traficábamos con billetes falsos, dólares, para ser más precisos- iba diciendo el unicornio mientras pisaba los hierbajos y la tierra de las tristes y abandonadas tumbas. Randolph que iba delante de él lo miró extrañado -Vaya vaya- agregó ante esa mirada, disfrazando el hecho que pensaba "Y yo estoy aquí metido en una película de terror clase B".

Los 8 de Malú cruzaron cercas maltrechas, caminos cubiertos de maleza. Avanzaban buscando la tumba.

-¿Y se puede saber cómo murió nuestro amigo?- balbuceó con una mueca. Morir un Fantasiano, era la cosa más inverosímil, rezongaba.

-Diego, por favor- le reprochó William.

Nadie le contestó, era como si hubiera hecho la pregunta más estúpida del mundo en el momento más inoportuno. Se calló la boca, y esperó a que sus amigos ubicaran la tumba, porque decir que ni idea tenía de dónde estaba, era ya demasiado.

-Pobre Joe- el lamento de Gilberto en la lejanía le indicó a Diego que ya habían dado con el lugar. Todos se reunieron alrededor de una lápida de piedra llena de moho que apenas se veía entre los matojos.

Lo más curioso de todo era que dicha lápida no decía ningún nombre, pero todos sabían incluso Diego, que era la lápida de Joe.

Un viento frío sopló agitando la larga cabellera naranja del confundido unicornio. Sintió una pena desconcertante, de alguien que conocía a la persona fallecida, pero no podía recordarla.

El ambiente de todo el cementerio era tan triste...

Por primera vez Diego sintió un extraño vacío, algo que como Fantasiano no creía que pudiera ser capaz de sentir.

El vacío de la muerte.

-Es extraño- la voz de Christian interrumpió la noche -Pero siento que nosotros le seguiremos...-

Diego volteó como un resorte y le clavó los ojos a su amigo "Nosotros le seguiremos" esas palabras penetraron en su ser causándole un estremecimiento.

No le gustaba esa realidad ¡No le gustaba nada esa realidad!

-Vámonos- Diego se oyó decir -¡Vámonos!- no le gustó nada lo que dijo Christian. El periquito era vidente, tenía visiones del futuro, al menos así era el Christian que una vez conoció.

Entonces pensó que él mismo era también otra persona... No era la persona que era antes y lo peor de todo es que no recordaba qué persona era ahora.

Si no conocía a sus amigos, no conocía el lugar que lo rodeaba entonces tampoco se conocía a sí mismo.

¿Qué pasado tenía? Un pasado con el tal Joe y no recordaba nada de éste.
Parecía una maldita pesadilla.

---*---*---*---

-Gilberto ¿Podemos hablar?-

De todos Los de Malú, Gilberto era el único que podía darle unas respuestas. Diego se le acercó cuando todos silentes contemplaban la triste lápida.

Gilberto era el Rey de Fantasía (en el mundo que Diego conocía), era sabio y el más maduro de todos Los de Malú. Bajo la guía del irisado pez, Los de Malú funcionaban como una sola y poderosa arma. Así que de él no podía esperarse una respuesta malintencionada.

De Gilberto nunca.

Ante su petición el pez le hizo un gesto y juntos caminaron hacia el sendero, flanqueando dos enormes mausoleos derruidos.

-No sé quién soy, Gilberto- fue lo que le dijo Diego una vez estuvieron a solas.
El pez lo miró con sus ojos azules y la aleta le caía sobre la frente a causa del viento que tenía éste que apartársela del rostro con la mano y Diego no podía descifrar lo que pensaba.

-Dig, Dig, Dig- canturreó al fin Gilberto -No sabes quién eres. Ninguno de nosotros sabe quién es-

-No, no entiendes. No es esa clase de confusión, Gil- Diego sacudió la cabeza, también el viento le echaba los cabellos sobre los ojos- No recuerdo mi pasado. No recuerdo nada anterior a esta noche...-

-Ohh, por eso dices que no sabes quién era Joe-

-Sí, por eso-

-Dios...- siseó Gilberto y una expresión de compasión cruzó por el iris azul de sus ojos.
Entonces Diego tuvo la horrible sensación de que Gilberto sentía una enorme pena por él:

-Amigo, tal vez sea mejor así- fue lo que le respondió.


---*---*---*---
Nota: Esta historia es totalmente desconocida para mí, me voy abriendo camino a medida que la voy escribiendo :)
---*---*---*---*
http://1historiasf8.megustaescribir.com/2013/08/28/capitulo-v/

lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo IV

Cuando Diego bajó de nuevo al jardín, Jeffrey lo esperaba en medio de una blanca neblina.
-Jeff ¿Se puede saber qué vamos a hacer en el cementerio?...- se atrevió a preguntar.
-Vaya ¿Te has olvidado tan pronto del pobre Joe?- reprochó éste con una mirada triste y Diego entonces recordó. Era aquel el pobre el Joe a quién iban a ir a ver al cementerio. Y a pesar de que lo había recordado al instante... tenía que hacer un esfuerzo ya que lo que le venía a la mente era algo muy vago y difuso. Es que en  su otra vida, donde él y sus amigos eran estrellas de cine, no existía ese tal Joe.
Jeffrey soltó un lamento y meneó la cabeza:
-Oh, pobre Joe, pobre- murmuraba para sí mismo.
Al fin su amigo se movió de donde estaba parado y juntos tomaron el sendero que comunicaba el patio trasero con la entrada de la casa. No había ni una sola luz en toda la urbanización, era como si Jeffrey y él fueran los únicos que estaban allí esa noche.
Junto al buzón, que estaba pintado de una manera diferente a como Diego recordaba, los dos esperaron la llegada de los demás. Jeffrey no pronunció ni una palabra más y estaba demasiado serio, pero como Diego no estaba seguro si el Jeffrey que conoció antes era el verdadero, no pensó mucho en eso.
---*---*---*---
Al rato se ven unas luces que entraban a la urbanización, el automóvil llegaba y tomaba el giro que daba hacia la Calle 8.
¡Nunca había visto aquel automóvil el difuso Diego! se parecía ligeramente al Charlie 8, pero estaba pintado de otro color y era más grande. Lo manejaba Gilberto, y allí estaban todos los demás, el resto de Los 8 de Malú, pero sin ninguna Motita. 
La camioneta llegó en silencio con sus luces cortando la neblina y se estacionó frente a la casa número cuatro.
Por supuesto que el confundido unicornio no preguntó de dónde venían todos, se suponía que Alexander, Randolph, William y Christian debían  estar en sus casas, las vecinas, pero ya veía que todos venían de otro lugar.
-Vámonos- dijo uno de ellos pero no supo Diego cuál. Jeffrey enseguida se montó de un salto en la parte trasera de la camioneta, pero él en cambio se quedó parado, como si no quisiera subirse. Sus amigos estaban todos muy extraños y vestían igual que él, ropa vieja, muy pasada de moda…y en verdad no quería subirse a esa camioneta.
Todos tenían los ojos clavados sobre él.
-Diego, vámonos- le dijo Christian como si fuera una orden, y sabía que debía obedecer ya que no podía hacer otra cosa.
Montarse en la camioneta y salir de la urbanización Los Álamos significaría abandonar por completo la única realidad que reconocía.